La Comunidad Monástica
Canónigas Regulares Lateranenses de San Agustín
Nos consagramos al seguimiento de Cristo, Sacerdote Orante en favor del Pueblo de Dios, dedicándonos totalmente al culto divino en una vida contemplativa: una vida de oración, de silencio, de escucha, de llamada a la interioridad, de estabilidad y de trabajo, profesando los Consejos Evangélicos, dentro de la vida de comunidad, bajo la Regla de San Agustín.
Historia
Cuenta el Libro de la Fundación de nuestro Monasterio que desde hacía tiempo se había procurado y tratado en esta ciudad fundar en ella un Monasterio de monjas, encontrando en ello muchos impedimentos, hasta que reunidas las autoridades civiles y el cabildo de la colegial determinaron pedir licencia al Obispo de Orihuela para traer monjas del Monasterio de San Cristóbal de Valencia, de la Orden de canonesas de San Agustín, por estar sujetas al Ordinario, con renombre de ejemplar vida, santidad y virtud, este Monasterio había sido reformado por San Juan de Ribera el año 1595. Para este fin, obtenido el permiso del Sr. Obispo, encomendaron al Padre Maestro Fray Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, carmelita, encontrándose predicando en Alicante, que fuese a pedir al Señor Arzobispo de Valencia, San Juan de Ribera, la gracia de dar fundadoras de dicho Monasterio. Con mucho gusto accedió el Sr. Arzobispo a la petición eligiendo dos canonesas de San Cristóbal: Sor Constanza Carros y Sor Francisca Mateu ellas vinieron a poner los fundamentos de la Comunidad Alicantina, que inició su andadura el 18 de Julio de 1606.
El primer emplazamiento de la comunidad fue la Ermita de la Sangre de Cristo con las casas aledañas, hasta trasladarse en 1790 al edificio en donde actualmente sigue: el colegio construido en parte por los jesuitas y que estaba vacante desde su extrañamiento. Este edificio constituye un tesoro histórico para nuestra ciudad. Conservó la Comunidad como titular del Monasterio “La Preciosísima Sangre de Cristo”.
Y seguimos, después de más de cuatro siglos haciendo historia. Desde el 2 de julio de 2019 la Comunidad comenzó a convertirse en las nuestras custodias de la Santa Faz, trasladándonos al Monasterio de La Santa Faz de Alicante, con la misma misión, hemos pasado de querer recoger en nuestros pobres vasos de barro Su Preciosa Sangre, para saciar Su sed de Amor, a enjugar la Sangre de Su Rostro para que su divina Faz se plasme en nuestros corazones y en los de nuestros hermanos, con el deseo hecho oración y entrega gozosa de nuestras vidas, de que su salvación llegue a todos los hombres.
Nuestro nombre: Canónigas Regulares Lateranenses de San Agustín
- CANÓNIGAS: Tenemos nuestro origen en las vírgenes y viudas de la primitiva Iglesia, que, consagradas públicamente por el Obispo, se entregaban totalmente al Señor en la continencia y el servicio a la Iglesia. Se regían por “cánones”.
- REGULARES DE SAN AGUSTÍN: En el Sínodo Romano de Letrán, en 1059, la Iglesia nos entregó la Regla de San Agustín.
- LATERANENSES: Cuando en 1957 se constituyó la Federación que unió nuestros monasterios en España agregamos “lateranenses” a nuestro nombre, pues fueron los Canónigos Regulares Lateranenses de San Agustín quienes promovieron la Federación.
Nuestro patrono principal es San Agustín, Obispo de Hipona y Doctor de la Iglesia, cuya Regla observamos. Celebramos su fiesta el 28 de agosto, y lo hacemos con especial solemnidad.
Nuestro Carisma
- VIDA CONTEMPLATIVA: Tenemos por misión la vida exclusivamente contemplativa y estamos consagradas a la imitación de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. En nuestras intenciones rezamos de un modo especial por la Iglesia, por nuestro Papa Francisco y por nuestro Obispo D. José Ignacio y sus sacerdotes. También encomendamos todas aquellas intenciones que las personas de toda índole nos hacen llegar, presentándolas ante el rostro misericordioso de la Santa Faz.
- COMUNIÓN: Vivimos con una sola alma y un solo corazón en Dios, teniendo todo en común, como los primeros cristianos (cf. Hch 4.32). Queremos imitar la vida de comunión que vive la Trinidad, cuyo misterio, como decía nuestro Padre San Agustín, no es solo para contemplarlo sino también para vivirlo.
“Ved qué dulzura, qué delicia convivir los hermanos unidos” (Salmo 132)
- LITURGIA: Nuestra oración se fundamenta en la oración de Cristo Sacerdote orante. La liturgia es lo más específico de nuestro carisma, profundamente eclesial. Ofrecemos a Dios el sacrificio de nuestra propia vida, en unión con el sacrificio de Cristo por la salvación del mundo. Además, mientras alabamos a Dios, encarnamos el diálogo entre la Iglesia-Esposa con su Esposo-Cristo.
- SERVICIO ECLESIAL: Nuestro principal apostolado consiste en ofrecer a Dios un sacrificio eximio de alabanza, enriqueciendo al Pueblo de Dios con frutos abundantísimos de santidad. En el sacrificio de la Misa pedimos al Señor que haga de nosotras mismas una ofrenda eterna para Sí. Mientras alabamos a Dios y estamos en su presencia nos unimos a la intercesión de Cristo Sacerdote por toda la humanidad. Al igual que Cristo, llevamos en nuestro corazón la adoración, la acción de gracias, la alabanza a Dios y las angustias de las personas de este tiempo. De esta manera no solamente estamos presentes en el mundo, sino también en el corazón de la Iglesia.
Veneramos con especial amor a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, vinculada con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo. En María admiramos el fruto más espléndido de la redención y el cumplimiento de lo que estamos llamados a ser. Además, con María aprendemos a contemplar la belleza del Rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.